La primera vez que invertí en Bolsa yo era un joven universitario que trabajaba en un centro comercial para pagarse sus estudios. Hacía un trabajo físico durante largas horas al día, a veces bajo el sol implacable del verano. Me atraía la idea que dice que el dinero trabaje para ti y no tú para el dinero. Me encantaba la idea de que mi dinero (escaso y ganado con bastante esfuerzo) creciera por sí solo, sin mi intervención, mientras yo vivía mi vida y disfrutaba de mi tiempo. Cayó en mis manos un buen libro de Bolsa, de Fernández Hódar, aprendí tres conceptos básicos y probé suerte. Total, si pierdo algunos euros voy a ser igual de pobre, me dije.
Un viernes compré derechos sobre Mapfre y me fui de fin de semana. Al lunes siguiente ¡iba ganando 180 €! ,vendí rápidamente y tomé la ganancia. Aquello me impresionó: en un solo día había ganado lo que en una semana de trabajo, y sin hacer nada por mi parte! Han pasado los años y me río recordando aquello. La suerte del principiante. Después me pasé a los warrants, porque eran baratos y tenían un potencial de ganancia elevado.
Aunque mis comienzos no fueron malos pronto observé que no ganaba dinero. Lo que ganaba una semana lo perdía otra. Estaba tan cerca de los árboles que no veía el bosque. Con la emoción de estar todos los días a pie de pantalla, un gráfico tras otro, estaba perdiendo la perspectiva, perdía dinero poco a poco y no era consciente de ello, cayendo así en un “vicio muy caro”.
Un día me paré, dejé de operar una temporada y revisé todas mis operaciones del pasado. Así, desde la distancia, empecé a ver todos los errores de principiante que estaba cometiendo (compras compulsivas, ventas precipitadas, alargar las pérdidas, cortar las ganancias, puntos de entrada sin ningún criterio, falta de stop loss, falta de precio objetivo,... en fin). Aquella ingenuidad e inexperiencia me llevaron en dos ocasiones al borde de la quiebra.
Me planteé seriamente el dilema: dejarlo todo, como si fuera un hobby más de mi pasado, o bien, seguir adelante, aprender todo lo que pudiera, (con el esfuerzo que conlleva). Pero yo ya tenía dentro el gusanillo, no quería abandonar las sensaciones que reporta este arte de hacer trading. Me propuse manejarlo como un negocio y no como un juego de azar.
Tuve que leer libros de análisis técnico, gráficos de velas, revistas, cursillos, ondas de Elliot. Tuve que perder dinero en mis pruebas de ensayo y error. Tuve que ensayar muchos sistemas de trading, con dinero ficticio, llenando de números muchas tablas Excel. Lo bueno de esto es que cosechas lo que siembras. La moraleja: guarda un diario de todas tus operaciones, aprende de tus errores y nunca desfallezcas, porque…. La recompensa merece la pena.